Porque la oscuridad, no es más que ausencia
Abrí la persiana antes de acostarnos, te dije apenas apagamos las luces del cuarto cuando pensábamos ir a dormir, intrigado lo hiciste pero no sin antes preguntarme la razón.
Le tengo miedo a la oscuridad, respondí orgullosa. Lanzaste una carcajada, me intentaste tranquilizar diciendo que nada pasaría, que estabas conmigo y que esa noche íbamos a dormir juntos, te voy a abrazar cada segundo si es necesario, lo dijiste muy confiado, lo creí y me dormí.
A la mitad de la noche me desperté, me estabas abrazando, pero me desesperé, mis más profundos miedos invadieron mi cabeza, te desperté e insistí, de todas formas pregunté, ¿Podés abrir la persiana así entra luz? Le tengo miedo a la oscuridad, advertí.
Lo hiciste, sin refutar, agradecí tu actuar en el silencio de la habitación.
Ya estabas roncando a mi lado, me puse a pensar que quizás no es la oscuridad a lo que le temo, si no a la soledad. Cuesta admitirlo, porq
ue sacar a relucir ese temor, podría representar una enorme dependencia a los demás, a vos que dormís a mi lado, o capas eso me dicta mi mente y al final no es cierto, de hecho, todo está solo en nuestra mente.
Temo que al abrir los ojos, esté sola, a eso le tengo miedo, la oscuridad es el que no haya luz, la soledad...que no haya alguien más? Me pregunto y le doy vueltas al asunto. Si, quizás.
Le tengo miedo que al abrir los ojos no estés, que la luz no me acompañe, que me rodee solo oscuridad, que me vea tan alejada de mi que tema morir de miedo.
Gracias por dejar que entre la luz de la calle, le tengo mucho miedo a la oscuridad, te dije. Estabas entre dormido y me sonreíste, me acomodé en tus brazos, cerré los ojos.
Me desperté cuando ya era de día y la luz invadía el cuarto. Te ví ya levantado, cambiándote de ropa, te acercaste y con un beso tuyo arranqué la mañana.
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