El amor muta

Que pasa cuando sentimos que el amor del otro es interminable

Nos prometen eternidad en la relación, infinidad de cariño, un sinfín de contención y un sinnúmero de días interminables. Un oxímoron de palabras se me ocurren para construir analogías de lo que dijiste, palabras que inundan nuestras relaciones, nuestro contacto humano, el sentir mas puro de nuestro cuerpo emocional, nos inunda los ojos hasta llorar un mar de lágrimas.
El amor no es algo eterno, es mutable, cambia, se transforma, pasa a ser otro sentir.
Insisto, no dar nada por hecho, nada por eterno. Prometemos lo que no podemos, prometemos amor eterno, en una efímera y compacta escala de tiempo, sin siquiera amar nuestra eterna existencia podemos. 
Y como el numero seis siempre aferrado a esas promesas, como los enamorados, se ilusiona y confía, ciegamente, en que el sentir externo es tan inmenso como el mismísimo universo. No. No es así.
Valorar, valorarse a uno mismo, al otro, al sentir, propio y ajeno. 
Porque cuando creemos que el otro siempre va a estar, cegado de nuestra propia vida, ensimismado en lo efímero de las emociones, nos olvidamos, que el otro en algún momento estuvo para nosotros, con nosotros, unidos en un vínculo terrenal estuvimos... 
Como un árbol que fue hojas, juntas un libro, se quema, siendo partículas que el viento hace danzar, se esfuman, se pierden en el río, en la tierra de la calle, desaparece de lo que percibimos. El amor se transforma y se hace imperceptible, hasta que deja de serlo, se convierte en disgusto, en indiferencia, en algo por algún otro. 
Ningún sentir es eterno, pero nosotros lo somos, avanzar, para no quedar en el no valor que nos dan, escapar de ese ligue del consuelo eterno, tomar forma de persona, dirigir la mirada hacia lo que queremos recibir, ser nosotros mismos con otro.

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